sábado, 24 de agosto de 2019

Mictlán - De Liber Monstruorum

Fue hasta nuestro viaje a la provincia de Antequera Oaxaca cuando dejamos de entender al Reino de los Muertos como un lugar. Durante el último trimestre del año nos fue concedida la gracia de asistir y tomar parte de varias prácticas de brujería que se seguían llevando a cabo en el máximo secreto por los naturales de la región. Una en especial nos permitió acudir a la revelación de la verdadera forma del Mictlán, mas no será dicho aquí ni en el apartado final de este libro el método de tal arte, porque es secreto muy guardado y demasiado peligroso. Después de los preparativos salimos proyectados en cuerpo etéreo, y viajábamos entre las cavernas de Agartha a tremenda velocidad. Vimos un río sumido en las tinieblas al que no se le hallaba ni principio ni fin, y todo a su alrededor estaba muerto. En las bahías dormían y peleaban y morían centenares de perros, y sus colores eran tres: blancos, negros y bermejos. Con recelo nos fueron conduciendo cada vez más adentro, a donde no había luz que llegara, y sin embargo seguíamos viendo tal vez por no estar atados a los sentidos comunes. Al llegar a una cámara antiquísima repleta de enormes edificaciones, vimos sobre sus tronos a los Señores de los Muertos, Mictlantecíhuatl y Mictlantecutli, y los soles brillaban en sus ojos. Nos recibieron con voces de trueno que cimbraron nuestros cuerpos, dándonos a beber un licor que hervía despidiendo un vapor azuloso. El Señor pronunció entonces una palabra y de los pies de los dioses emergió la terrible criatura. Era una ingente bestia con la semejanza de una serpiente cornada, con las patas anteriores de águila, las posteriores de cabra y de su lomo nacían tres pares de alas. El mundo entero sería cobijado entre sus plumas, todos los mares podrían bañar su hocico sin rebosarlo. Las escamas tenían la apariencia de la piedra de ónice, los ojos eran vidriosos como los de un anfibio. Seguía las órdenes de Mictlantecutli, sólo si le ordenaba moverse se movía, sólo si le ordenaba gruñir la bestia gruñía. Entre la visión, aún privilegiados por el sueño astral, fuimos tragados por el Mictlán, y de su boca emergía un humo como de azufre, y sus dientes eran como navajas que despedazaban a los muertos. Había, además, por varios lados unas criaturas que soportaban cabezas de perro ya manchadas por la sangre derramada, y estaban amarrados por el cuello con cuerdas rojas que les envenenaban, porque la piel se les volvía purpúrea y se agitaban como agonizando. Nuestro guía dijo que aquella era la morada de las almas, mientras bajábamos a las entrañas de la gran serpiente. A donde quiera que volteásemos había carroña y sangre, había huesos machacados y dentaduras caídas, pero nadie gritaba, ni una sola queja surgía de los cuerpos pudriéndose. Nos dieron a saber que el Mictlán tiene nueve estómagos, que los demonios que le habitan deshacen el alimento en el barro original y con él construyen el templo de los Señores. Después de pasar por la garganta, que medía unas trece leguas, arribamos a las cámaras donde los muertos son digeridos. Nos explicaron que cada estómago era un reino, y como tal tenía un soberano. Éstos eran horribles como ángeles y de igual manera servían a Mictlantecíhuatl y Mictlantecutli. Podían ser llamados los Señores de la Noche, los Nueve Hermanos Negros o los Lobos Nocturnos. Vimos primeramente horribles gusanos transparentes que en su interior eran todo colmillos, se alimentaban de la sangre de los muertos y vomitaban la carne y el esqueleto. Así aparecía la caverna del Señor Xiuhtletl, que era un hombre muy viejo, de las puntas de sus dedos salían flamas que no cesaban, de sus cabellos salía humo de copal. Este estómago estaba representado por la primera hora de la noche, cuando el sol pierde toda su sangre. Su piedra es el rubí. Su enfermedad es la sarna. Su carácter es flemático. Los niños nacidos bajo este signo están condenados a perecer muy jóvenes. En el segundo estómago vinieron rodando otros demonios con la semejanza de sendas pústulas, parecían querer desbordarse por los lados y contenían la piel y los orines y la pus de los muertos, que recogían del piso cuando andaban, nunca se detenían y cuando alguno parecía a punto de reventar era engullido por otro aún más grande; y nadie sollozaba en el valle de los muertos. Esta era la morada de Tecpactl o la Estrella de la tarde, y era una vieja descarnada con todos los huesos roídos, que crujía los dientes de forma horrible, llenando con su sonido toda la caverna. Su lugar está representado por el momento en que aparece el primer lucero. Su piedra es la obsidiana que llaman de arcoiris. Su enfermedad es la malformación de los huesos. Su carácter es reflexivo. Los niños nacidos bajo este signo serán huraños y vivirán largo tiempo. En el tercer estómago había otras criaturas devoradoras, y éstas comían sólo los huesos, eran parecidos a los erizos del mar, pero las púas tenían manos en los extremos, y mientras de un lado recogían los restos, del otro despedían nubes de color blanco amarillento, pues en eso se convertían las osamentas en su interior; éstos monstruos marchaban muy lento e incluso se pegaban a las paredes del estómago de Mictlán para seguir andando. La señora allí llamábase Xóchitl, y no tenía forma humana, sino que su cuerpo era como un ojo de donde salían ocho alas carnosas. El reino está representado en las noches nubladas y frías. Su piedra es el ónice negro. Su enfermedad es el mal de ojo. Su carácter es violento y déspota. Los niños nacidos bajo este signo serán tiranos y dirigirán a las naciones. Vimos, en la cuarta caverna, animales descansando como si pastaran, tenían el cuerpo de un mulo, patas de león y rostro de hombre, y su labor era comer el cabello de las cabezas cercenadas que regaban el suelo, y las cabezas todavía estaban vivas, cerraban los párpados y movían los labios, pero no se escuchaba queja alguna de ellos. La dueña de este estómago era Centeotl, que era una mujer en extremo bella con dos pares de alas que comenzaban a podrirse, y éstas alas le abrazaban. Su representación en el mundo de los hombres son los campos de maíz y el canto de los grillos. Su piedra es la que llaman ojo de tigre. Su enfermedad es la hinchazón del vientre con agua supurada del mismo cuerpo. Su carácter es sensual. Los niños nacidos bajo este signo serán débiles pero hermosos. Había después buitres de gran envergadura y plumas rojas que cuidaban las paredes más altas de los nueve estómagos, a veces bajaban al piso para terminar de descarnar los restos que quedasen, pero procuraban estar en el aire, que parecía muy viscoso y olía a sangre podrida, a humedad y a salitre. El soberano de ellos era Miquiztli, el úlitmo hijo en nacer de Mictlantecíhuatl y Mictlantecutli, que de él tenía las arrugas profundas, y de ella los ojos sellados; vestía una túnica amarilla y blandía un centro de oro. Se corresponde en el mundo con la medianoche, pero especialmente con la Luna Nueva, ya que cuando nació el vientre de su madre quedó vacío. Su piedra es el azabache. Su enfermedad es la ceguera. Su carácter es neurótico. Los niños nacidos bajo este signo serán tontos y de espalda fuerte, pero sufrirán del corazón. En la sexta cavidad hallamos almas unidas como mellizos malformados compartiendo un torso entre todos, y llegaban a ser hasta diez los que vivían del mismo centro, cada uno queriendo ir hacia un lado distinto; en algunas de estas bestias una cabeza mataba a las demás y debía andar con los cadáveres a cuestas. Así era el dominio de Atl, cuya forma era la de una mujer partida por la mitad, con un brazo y una pierna y un ojo, que arrastraba sus vísceras cuando andaba. Su representación son las horas de la madrugada, frías y silenciosas. Su piedra es el falso topacio. Su enfermedad es el dolor de huesos. Su carácter es melancólico. Los niños nacidos bajo este signo son los más vulnerables a enfermarse, pero también los más astutos. En el séptimo estómago vivían unas cabezas gigantes que apenas se sostenían en varios cuerpos, éstos sí proporcionados, y ellas andaban rodando sirviéndose de las extremidades enclenques que tenían. Su Señora era Tlazolteotl (también llamada Tlaelquani, la devoradora de las cosas sucias), quien tenía una boca descomunal con varias hileras de dientes, no usaba ropa ni llevaba tocado. Su órgano de la generación era como la boca de una serpiente, y con ella fornicaban los muertos. Su hora es poco antes del primer rayo del sol. Su piedra es el cinabrio. Sus enfermedades son la disentería y la sífilis. Su carácter es depravado. Los niños nacidos bajo este signo serán como bestias, y sodomizarán y beberán sangre, aunque también, si son mujeres, puede que sean demasiado sensuales y sean violadas constantemente. En la octava cavidad había monstruos que eran sólo ojos, situados uno en cada punto de los llamados cardinales, y con una lengua larga y viscosa sujetaban multitud de cuerpos, azotándolos contra las paredes mientras los dejaban secos. Tal era la casa de Tepeyololtli, que nos aparecía como un jaguar bañado en sangre, cuyo pelo estaba encrespado y punzaba; su voz era un canto dulce y demoníaco. Su lugar está correspondido por la primer montaña que toca el sol al amanecer. Su piedra es el jaspe. Su enfermedad es la locura, también el éxtasis de los brujos. Su carácter es alegre y despreocupado, casi holgazán. Los niños nacidos bajo este signo serán de mucha vitalidad, pero tendrán una muerte muy violenta. Y vimos, en el último de los estómagos, sombras que no eran las nuestras, y sin embargo nos seguían e imitaban. Si uno les escuchaba parecían murmurar algo como un canto sagrado. Estaban a las órdenes de Quiahuitl, quien era todo carne nudosa y seca, y sus ojos aparecían marchitos. Se corresponde con el primer rayo del sol y el rocío matutino. Su piedra es el ópalo. Su enfermedad es la parálisis parcial. Su carácter es decidido y firme. Los niños nacidos bajo este signo son buenos pensadores, pero su cuerpo es torpe. Por estas cavernas debían pasar los muertos, pero no protestaban aunque siguieran concientes de su estado, porque Mictlán es también la bestia del silencio. Hacia el final de la terrible serpiente las escamas se volvían más luminosas, y ella excretaba un barro muy fino, que unos monstruos con la semejanza de enormes arañas moldeaban, con sus ocho patas hacían ora un candelabro, ora un pilar y entre todas armaban alguna galería del palacio de los muertos, para gloria de los Señores. Todos estos prodigios se hallaban en el interior de la gran serpiente Mictlán y en la caverna de Mictlatecíhuatl y Mictlantecutli. A todos conocimos por nombre y por forma, pero el primero está prohibido para este mundo y nunca será pronunciado, salvo los que pertenecen a los dioses y a los hijos de los dioses, pues ello es para glorificarlos. Comprendimos asímismo el sentido de la bestia, que es honrar a sus amos y cuidar de sus dominios, pues alimentándose les enaltece. Si la ciencia humana tiene en lo posible concebir un propósito para nuestra vida, no hemos de aceptar otro que no sea la verdad que nos fue revelada entonces, no habremos de decir que somos sino alimento del mundo, y que andamos hacia la boca de la serpiente. Todo esto vimos y entendemos, todo lo que podemos decir lo hemos dicho, quede en paz este secreto.

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